Ayer vi Contagion, de Steven Soderbergh: una película de catástrofes. Algo menos histérica que las usuales en el género, con ciertas -limitadas- pretensiones de presentar una situación social de forma global (al modo que su director intentó ya en Traffic -con mejores resultados). Y, sin embargo, al cabo, francamente irrelevante: entretenida, sí (dotada de un ritmo ágil), mas con todos los manierismos del género, además de los que el propio director viene cultivando (que son muchos).
En suma, Soderbergh juega, aquí (en una de sus múltiples personalidades artísticas), en la misma liga (pretenciosa) de Alejandro González Iñárritu: la de la sublimidad temática y la vacuidad formal (disfrazada de estilismo formalista). Aun cuando nos libra del miserabilismo abyecto de éste.
