Dadas las limitaciones jurídicas (límites a la acción del Estado, mecanismos de control) y políticas (necesidad de preservar la legitimidad del sistema), en un Estado de Derecho la policía política ha de operar de un modo mucho más solapado de como lo hace en un Estado abiertamente autoritario. Por ello, su actuación se apoyará en:
- una masiva y constante recopilación de inteligencia política, referida a todas las organizaciones e individuos considerados "subversivos" (etiqueta que es definida desde las clases sociales dominantes);
- la utilización de dicha información para alimentar procedimientos judiciales de persecución política, allí donde resulte posible (por el autoritarismo de las leyes, por el estado de la opinión pública, por la ductilidad de los jueces);
- allí donde la persecución judicial no resulte posible, la información reunida mediente la labor de inteligencia política es empleada, por una parte, en acciones propagandísticas, destinadas a desacreditar a los "subversivos";
- por otra parte, dicha información es empleada para llevar a cabo actividades regulares de hostigamiento policial (recurriendo, si es preciso y posible, a medios ilegales, y aun delictivos, para ello: allanamientos, registros, detenciones arbitrarias, amenazas, malos tratos, etc.);
- además, se recurre a técnicas de infiltración en las organizaciones y movimientos "subversivos", no sólo con fines informativos, sino también con el objetivo de realizar en el seno de los mismos actividades fraccionales, que los dividan, y recurriendo también, a veces, a técnicas de agentes provocadores;
- se integra la información procedente de las más diversas fuentes estatales y privadas;
- y, finalmente, se colabora en buena medida con organizaciones privadas con finalidad antisubversiva (servicios de seguridad de empresas, fundaciones y organizaciones de derechas, etc.), asegurándoles información, materiales, apoyo logístico e impunidad, y encargándoles de aquellos "trabajos sucios" que, por cualquier razón, no pueden ser realizados por la propia policía.
Como ponen de manifiesto ambos libros, toda esta labor de control de la disidencia no suele tener éxito en prevenir ni en evitar grandes cambios sociales, cuando el proceso es detectado en un estadio muy avanzado. Sin embargo, resulta notablemente eficaz para evitar que las tendencias hacia el cambio se pongan en marcha y se consoliden. Pues, en esos momentos iniciales, los procesos suelen depender de grupos reducidos de organizaciones y movimientos "de vanguardia". Que, precisamente por su (proporcionalmente) pequeño tamaño, resultan extremadamente vulnerables a la represión, las campañas de descrédito, las tácticas de división y de provocación, etc. Así pues, una eficaz policía política resulta, sin duda, indispensable también en un Estado de Derecho de cualquier sociedad que -como las nuestras- sea injusta y mantenga relaciones estables de dominación entre grupos sociales.
El trabajo de investigación de Frank J. Donner resulta, en este sentido, admirable. (¿Para cuándo una investigación similar sobre el papel represivo en materia política de nuestros propios servicios policiales y de inteligencia -C.N.I., CIFAS, Comisaría General de Información de la Policía Nacional, Jefatura de Información y Policía Judicial de la Guardia Civil,...?)