Apegada a varios de los convencionalismos del cine de la época (1946: cine negro, cine de época, thriller gótico,...), esta película de Edgar G. Ulmer -tal vez una de las menos marginales que acometiera nunca- destaca principalmente por la notable complejidad psicológica de la protagonista Jenny Hager (Heddy Lamarr), que, aun con varios de los rasgos prototípicos -y misóginos- de la femme fatale del momento, constituye al tiempo una puesta en cuestión de todos los estereotipos en torno a esa figura.
En efecto, Jenny Hager es, sí (como reza el estereotipo sexista), una mujer ambiciosa, dominante y manipuladora de varores. Pero es también una mujer insatisfecha, una mujer sensible y romántica, una mujer que ha sufrido mucho a causa de su probreza, una mujer generosa, una mujer constructora... Como dice el cartel que acompaña a estas líneas, en realidad "hay dos Jenny Hager diferentes"...
En efecto, Jenny Hager es, sí (como reza el estereotipo sexista), una mujer ambiciosa, dominante y manipuladora de varores. Pero es también una mujer insatisfecha, una mujer sensible y romántica, una mujer que ha sufrido mucho a causa de su probreza, una mujer generosa, una mujer constructora... Como dice el cartel que acompaña a estas líneas, en realidad "hay dos Jenny Hager diferentes"...