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jueves, 19 de noviembre de 2009

Frankenstein and the monster from hell (Terence Fisher, 1974): biopoder y tiranía de la racionalidad instrumental


Esta última película de Terence Fisher dentro de Hammer Film Productions (y, prácticamente, la última de su vida) destaca, ante todo, por el renovado vigor, en el marco de su aportación al "ciclo Frankenstein" de la productora. En efecto, Frankenstein created woman resultaba, a mi entender, un tanto endeble (no he podido ver aún ni The revenge of Frankenstein ni Frankenstein must be destroyed, por lo que, como es natural, no opinaré sobre ellas), bajando significativamente la talla artística de la obra en comparación con The curse of Frankenstein.

Por el contrario, la película que ahora comento destaca por su fuerza, tanto narrativa como visual: todas las escenas con los internos del manicomio, el protagonismo recobrado por el excelente Peter Cushing (que, en la anterior película de la saga aparecía más desdibujado), el papel tan relevante -aun silencioso- del personaje de Sarah ("el Ángel" del manicomio), la contraposición entre Frankenstein y su ayudante Simon Helder (más lograda y compleja incluso que en la primera película del ciclo, en la que la contraposición resultaba excesivamente maniquea), el mayor protagonismo de la Criatura y de sus sentimientos, la despiadada instrumentalización de los enfermos mentales, ... Y, en lo formal, además del siempre excelente pulso de Fisher para la dirección y para componer imágenes plenas de fuerza, aquí el recurso al énfasis visual acerca de algunas escenas sanguinolentas -más allá del entusiasmo que pueda generar en los fanáticos del género- cobra pleno sentido (aun si dicho énfasis va acompañado a veces por un humor un tanto chocarrero, aunque no molesto), ya que contribuye a revelar mejor la inquietud y el horror que las prácticas del Dr. Frankenstein dan a luz.

Si, ahora, nos centramos en el aspecto ideológico, lo más destacable es que, si The curse of Frankenstein constituía ante todo un ensayo en torno a los conceptos de atrocidad y de inhumanidad (y de humanidad, por consiguiente), Frankenstein and the monster from hell añade, además (manteniendo, no obstante, en buena medida las constantes temáticas de aquella), una interesante mostración -que evoca alguna reflexión, al menos por parte del espectador(a)- del ejercicio de eso que ha sido denominado como "biopoder". Y de un ejercicio que aparece guiado en exclusiva (tal es el delirio de Frankenstein, que en esta película aparece, mejor que nunca, en toda su crudeza) por consideraciones de orden instrumental: la cuestión moral parece estar siempre alejada de la mente de Frankenstein (o, de tan obvia que es para él la respuesta, crudamente pragmatista, la puede dar por supuesta, sin cuestionársela siquiera), incluso en los momentos en los que lleva a cabo las mayores monstruosidades (provocar la muerte de personas, forzar la relación sexual entre pacientes para producir nuevos "especímenes",...). Y, en esta película, precisamente a causa de la mejor definición y mayor protagonismo del personaje de Helder, el ayudante del doctor, podemos ver -a través de sus ojos- esa ceguera definitiva que a aquél atenaza, y que, a base de tanta racionalidad y tan limitada en su alcance, le vuelve insensato. (¿No resulta, entonces, el comportamiento de Frankenstein aquí una verdadera alegoría -inintencionada, seguramente- de otras tristes historias, reales, que conocemos de ejercicio ciegamente instrumental del biopoder en nuestra historia contemporánea?)

¿Focault y Horkheimer en la Hammer? A veces, como el personaje de Molière, también las películas hablan en prosa (aquí: en teorías) sin ser conscientes de ello...




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