Interesante recordatorio: negar la voz y la agencia a l@s trabajador@s sexuales (como hace buena parte del feminismo abolicionista) es un caso ejemplar de opresión epistémica; una forma de opresión en la que ciertas voces y experiencias son bloqueadas e imposibilitadas de entrar (no, al menos, en igualdad de condiciones) en el discurso público, merced al poder ideológico que otros (aquí, las organizaciones feministas políticamente más poderosas) poseen y ejercen, para excluir a aquellas.