X

Formulario de contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

domingo, 28 de mayo de 2023

Christianna Brand: Green for danger


El whodunit es un subgénero (dentro del género criminal) extremadamente codificado y que, por ello, tiende a la rutina y al adocenamiento. En él, en efecto, se trata ante todo y sobre todo de colocar en un espacio cerrado a un grupo de personajes, cada uno de los cuales tiene razones y oportunidad para cometer un homicidio, y alguno de los cuales (o varios) acabarán por ser efectivamente víctimas de dicho delito. Además, es posible -aunque no imprescindible- añadir un(a) detective muy inteligente y perceptivo/a (a veces -más o menos- profesionalizado, pero otras muchas meramente aficionado), que guíe al lector a través de interrogatorios de testigos y de sospechosos, de exámenes de indicios y pruebas, de especulaciones y deliberaciones... hasta una sorprendente conclusión, que identifica como culpable al menos probable de los sujetos implicados.

En general, pues, se trata de un subgénero que a lo más que aspira es a resultar entretenido; sorprendente, a lo sumo. Por ello, es refrescante adentrarse de vez en cuando en alguna novela de esta filiación (cuando uno quiere descansar de empeños de lectura de literatura más sustanciosos y esforzados), pero nada más: la reiteración en este género de lectura cansa y tiende a aburrir, pues los tópicos de contenido y los tropos retóricos empleados son demasiado evidentes y repetidos.

Sin embargo, la novela que hoy comento (hay traducción española en Siruela, aunque la han cambiado el título: La muerte espera en Herons Park la han titulado) llama poderosamente la atención porque, a pesar de pertenecer abiertamente al subgénero del whodunit (y, por ende, respetar a pies juntillas todas las convenciones genéricas), posee algún punto adicional de interés desde un punto de vista estrictamente literario. Señalaré al menos dos. Primero, unos personajes mucho más elaborados desde el punto de vista psicológico de lo que es usual en el género: no se trata tan solo ante un elenco de sospechosos, potenciales homicidas y potenciales víctimas (aunque también cumplan dicha función narrativa), sino que sus rasgos de personalidad y sus emociones aparecen cuidadosamente matizadas; cada uno de ellos posee, pues, una identidad claramente definida, unos motivos para actuar, una vida emocional.

Por otra parte, además, la  novela (que se publicó en 1944) retrata de manera espléndida las ansiedades y traumas de la población civil (británica) en una situación de guerra. De hecho, el punto fuerte de la narración es la capacidad de la autora para vincular la trama criminal que se desarrolla en ese hospital de emergencia en el que se ambienta con la realidad social circundante: la de una sociedad en guerra y, por ello, repleta de miedo, ansiedad, escasez, represión y autorrepresión, sacrificio (inútil, muchas veces), heroísmo, traición, cobardía,...

De este modo, leer Green for danger es un ejercicio particularmente placentero: no solo por poder seguir los vericuetos y enredos de una endiablada trama de homicidios y de la investigación que intenta esclarecerla, sino por poder, al mismo tiempo, contemplar a cómo viven, experimentan, sienten y sufren (y, a veces, matan -o piensan en matar- y mueren) un conjunto de seres humanos retratados de modo creíble en un ambiente tan lejano del glamour al que suelen recurrir los/as autores/as del género de forma rutinaria, mucho más realista (y amargo).

(Existe una adaptación cinematográfica de la novela, dirigida por Sidney Gilliat en 1946, pero no me parece muy recomendable: además de las comprensibles simplificaciones realizadas en el argumento, para aligerarlo de personajes y subtramas, se optó por narrar la historia en un tono decididamente farsesco -especialmente, por mor del personaje del inspector de policía encarnado por Alastair Sim- bastante molesto; y, en todo caso, muy alejado del tono original de la novela, más bien dramático, como correspondía a los tiempos oscuros en los que fue escrita.)




Más publicaciones: