Un caso muy interesante, en el que la ciencia médica fue puesta al servicio de (lo que se pensaba que era) la protección de los derechos de las personas transgénero. Pero, en el trayecto, se sustituyó la ciencia por las convicciones ideológicas (carentes de sustento empírico) procedentes de los movimientos sociales LGBTI+. Y el efecto final fue que muchos/as niños/as y adolescentes fueron medicalizados, con la mejor de las intenciones, pero en contra de toda evidencia científica, en grave detrimento de su bienestar.
Lo que, en sociedades en las que (afortunadamente) la importancia de la diversidad y de los derechos humanos de las minorías es cada vez más generalmente reconocido, plantea una pregunta incómoda: no cabe duda de que los movimientos sociales en favor de dichos derechos portan argumentos muy pertinentes, de naturaleza normativa, acerca de los derechos que han de serles reconocidas a las minorías (a los "sujetos anormales", por expresarlo à la Foucault); pero, ¿cabe atribuirles idéntica credibilidad cuando, en vez de conformarse con ello, hacen afirmaciones sobre (supuestos) hechos, más sobre la base de sus propios prejuicios ideológicos que a partir de evidencia científica racionalmente plausible?
