En este libro (Waterside Press, Winchester, 2003) se examina la manera en la que se transformado históricamente, desde la segunda guerra mundial hasta nuestros días, el proceso de definición (elaboración, discusión, negociación y aprobación) de las políticas criminales del Reino Unido. Pero, por supuesto, aun cuando existan algunas especificidades idiosincrásicas, buena parte de lo expuesto vale también para otros países europeos, y también para España.
Pues, en efecto, la historia que se narra y analiza en el libro es, en esencia, la historia de la democratización del proceso de definición de dichas políticas públicas. Con todo lo problemática y contradictoria que dicha evolución viene, inevitablemente, resultando.
Así, partiendo de un momento -la posguerra- en el que las políticas criminales eran determinadas de manera excluyente y exclusiva por las élites (interrelacionadas, por razones de clase) de los ministerios, de algunas organizaciones no gubernamentales y de ciertas universidades, el trabajo examina el creciente número de desafíos a los que dicho elitismo tuvo que hacer frente: al cuestionamiento de ese monopolio desde perspectivas radicales en los años sesenta y setenta (con la aparición de movimientos de personas presas y también de víctimas de los delitos, así como de grupos radicales pro abolición de la prisión); al surgimiento del gerencialismo como estrategia neoliberal de gestión de las políticas criminales; y, en fin, a la decidida asunción de un protagonismo creciente por parte de la opinión pública (construida socialmente) y de toda una pléyade de organizaciones y de movimientos, que hacen parte del debate contemporáneo sobre políticas criminales.
En último extremo, lo que el libro que comento viene a poner de manifiesto es cómo esos "buenos viejos tiempos" en los que -según el relato nostálgico, elitista y conservador que much@s penalistas aún hoy mantienen- las políticas criminales se determinaban en los círculos cerrados de determinadas élites se han ido, para probablemente nunca más volver. Cómo, en suma, el juego político de la creación de políticas criminales se ha vuelto, de este modo, mucho más abierto, y complejo. También más arriesgado.
Cómo no nos queda otra, si deseamos participar en él, que adaptarnos a las transformaciones experimentadas por las democracias contemporáneas. Para intervenir, haciendo valer valores y objetivos (políticos) que intenten escorar las políticas criminales de las democracias occidentales más hacia el humanitarismo, la despenalización y la racionalidad que hacia la represión pura y dura, la inocuización y la demagogia.
Una lectura, pues, imprescindible, para recordarnos a tod@s dónde nos hallamos (y, sobre todo, dónde ya no, y nunca más) en el debate político-criminal contemporáneo.