Otra serie escrita por Aaron Sorkin (como The West Wing) y que mantiene las características prototípicas de su estilo al guión: abundantes diálogos y diatribas ideológicamente orientadas, una combinación de vicisitudes personales y profesionales, de gente que vive para su trabajo; todo ello, combinado con una técnica narrativa basada en ir pasando de unos personajes a otros, a los que la cámara va siguiendo y abandonando (en sus diálogos y monólogos). Además, también aquí podemos encontrar la característica técnica de Sorkin de provocar, en casi todos los episodios, momentos emocionalmente "fuertes", en los que se intenta forzar al máximo la identificación del/a espectador(a) con los personajes protagonistas, con sus vivencias, con sus ambiciones, con sus inquietudes. Un estilo, pues, que combina superficialidad (en el tratamiento de personajes y situaciones) con una intensa manipulación emocional, al servicio de un discurso ideológico.
Y, si de ideología hablamos, otra vez habrá que decir algo que ya dije acerca de The West Wing: en el universo ideológico de las narraciones de Sorkin (en aquellas de las que se responsabiliza plenamente -su trabajo como mero guionista es otra cosa), el centro de todo es siempre una visión acerca del sistema político norteamericano. (Aquí, el punto de vista es el de los medios de comunicación y el de la manipulación de la opinión pública.) Y esa visión sobre el sistema político norteamericano es siempre la visión de un reformista "progresista" (o, más bien, nostálgico). La idea siempre es la -ya vieja- de que el sistema podría funcionar, si hiciesen las reformas oportunas y el espíritu cívico fuese recuperado, de ese brumoso mas glorioso pasado.
Como se puede ver, se trata de una fantasía de regreso a los orígenes, a los "buenos y viejos tiempos" de gloria, perdidos por la corrupción de la modernidad. Una fantasía que, desde luego, no resiste en lo más mínimo cualquier análisis (histórico, sociológico, político) serio. Pero también una fantasía que, sin duda alguna, cumple un papel muy importante, como mecanismo ideológico para el adormecimiento de las ansiedades que cierta "izquierda", al constatar lo obvio (que el sistema político -incluidos los medios de comunicación- funciona esencialmente al servicio del gran capital), podría sentir. Es curioso, en este sentido, cómo Sorkin (de cuya sinceridad ideológica no hay por qué dudar) acaba por cumplir, en la práctica, esa función manipuladora que su propia serie está denunciando en teoría.