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sábado, 6 de julio de 2013

Samuel Beckett: Fin de partie


Resulta particularmente interesante la manera en la que Samuel Beckett produce los efectos dramáticos (y poéticos) en obras como Fin de partie: la esencia del tratamiento dramático de la historia narrada estriba en obtener efectos a través de la repetición.

Es sabido desde antiguo (todas las religiones y tradiciones sapienciales han recurrido a dicha técnica) que la repetición, de palabras y de acciones, tiende a provocar un progresivo vaciado de su significado, de su condición sígnica: progresivamente, la palabra repetida se vuelve únicamente sonido, y la acción tan sólo movimiento.

Sobre esta base, Beckett consigue, en Fin de partie, producir una obra en la que, existiendo un constante tráfago de acciones, de manipulación de objetos y de diálogos, sin embargo, el/a espectador(a) tienda, naturalmente, a percibirla empero como un auténtico cúmulo de vacío: de vacío significativo.

(Ello, por supuesto, puede ser agudizado, o atenuado, según cómo tenga lugar la interpretación de los actores, así como en virtud de cómo se empleen el resto de los recursos formales -iluminación, atrezzo,... Pero creo difícil que pueda desaparecer, pese a todo, tal efecto en algún caso.)

Así, lo que al final acabamos por contemplar es algo difícil de lograr: una suerte de doble perspectiva, al tiempo "interna" (por cuanto que interpretamos las palabras y las acciones) y "externa" (por cuanto que, no obstante, somos conscientes también del debilitamiento de su sentido originario, de modo que podemos observar a los personajes y a sus vicisitudes, en alguna medida, "con ojos de entomólogos") de la historia narrada. Y es en esta duplicidad, simultánea, de perspectivas en donde reside la aptitud poética de la obra.

Porque, de esta manera, podemos comprender mejor -porque el autor logra transmitírnoslo- el sino de esos personajes (acaso, trasuntos de toda la especia humana): existir, activos, pero impotentes; incapaces de obtener un sentido para sus obras y palabras, mas siempre buscándolo. Al cabo, seres cómicos, que se ven a sí mismos, sin embargo, más bien como parte de una tragedia. He aquí la poesía de la obra, de la historia.


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