Convengamos en que, si Pedro Costa hubiera continuado por el camino a través del que transitaban sus primeras películas (O sangue, Casa de lava), hoy estaríamos hablando del director de un cine visualmente preciosista, aunque notoriamente opaco en su aspecto temático; rayano con el más banal alambicamiento.
Como sabemos, sin embargo, la carrera de este director no ha transitado por ese -posible- camino, del "cine de autor" más pretencioso, sino que ha sabido reconducirse, hacia la toma de contacto (a través de la rigurosa forma cinematográfica, eso sí) con "la realidad": con la materia (los cuerpos, los gestos, las acciones -los actores y los ambientes en los que estos actúan, en suma, aun si unos y otros no están simplemente interpretando), luego formalizada.
Ossos es, precisamente, el espacio y el momento en el que la estética de Costa explotó. En la película, en efecto, la verdad -la materia- que subyace a la interpretación que los actores (no profesionales) intentan del (opaco y pretencioso) argumento de la trama rebosa en todo momento: sobresale sobre la trama, y sobre la narración de la misma. Hay tanta verdad en esa materia (en los actores, en sus lugares) que los personajes y sus escenas resultan anonadados.
Debido a ello, resulta evidente que Ossos es una película completamente fallida: pues, en tanto que narración de un argumento fracasa con estrépito. Pero (y ello es notable) se trata de un fracaso tan revelador que no sólo le abrió caminos al cine posterior del director. Sino que, también, para el/a espectador(a) presente, constituye un ejercicio fascinante contemplar esta película, y ver cómo las convenciones estéticas (del "cine de autor") estallan, se abren por todas sus costuras, para dejar ver la materia (interpretativa y física) que hay detrás. Pocas veces es posible experimentar tal sensación viendo una película y es por eso que ésta -incluso en su fracaso- resulta tan recomendable.
Ossos es, precisamente, el espacio y el momento en el que la estética de Costa explotó. En la película, en efecto, la verdad -la materia- que subyace a la interpretación que los actores (no profesionales) intentan del (opaco y pretencioso) argumento de la trama rebosa en todo momento: sobresale sobre la trama, y sobre la narración de la misma. Hay tanta verdad en esa materia (en los actores, en sus lugares) que los personajes y sus escenas resultan anonadados.
Debido a ello, resulta evidente que Ossos es una película completamente fallida: pues, en tanto que narración de un argumento fracasa con estrépito. Pero (y ello es notable) se trata de un fracaso tan revelador que no sólo le abrió caminos al cine posterior del director. Sino que, también, para el/a espectador(a) presente, constituye un ejercicio fascinante contemplar esta película, y ver cómo las convenciones estéticas (del "cine de autor") estallan, se abren por todas sus costuras, para dejar ver la materia (interpretativa y física) que hay detrás. Pocas veces es posible experimentar tal sensación viendo una película y es por eso que ésta -incluso en su fracaso- resulta tan recomendable.
