En estos dos libros el historiador Arno J. Mayer lleva a cabo un detallado análisis (¡1.300 páginas!) de la forma en la que, en la última parte de la primera guerra mundial y en el subsiguiente proceso de paz, se produjo una importante ruptura en la praxis de las relaciones internacionales: por primera vez (al menos, podríamos decir, desde la fase jacobina de la revolución francesa), la actuación de los operadores habituales en las relaciones internacionales (gobiernos, funcionarios, militares, diplomáticos, miembros de las clases dominantes) se vio necesariamente enmarcada en un contexto de movilización y presión procedente del pueblo.
En efecto, el ascenso del movimiento obrero, la creciente presión de éste y de otros sectores progresistas en favor de la democratización de los estados, las tensiones generadas por la guerra y el ascenso de una oleada de revoluciones (la rusa, por supuesto, como ejemplo más destacado), todos ellos fueron factores que hicieron que las decisiones sobre la guerra y la paz dejasen de ser ya -y hasta hoy- un coto vedado de los "experto", sujetos su propia lógica de poder. Mayer estudia cómo se produjo este proceso. Cómo, en el curso de negociaciones en principio ocupadas con cuestiones geopolíticas, militares y diplomáticas, estuvieron constantemente presentes los espectros de la revolución y la preocupación por respaldar (diversas estrategias de) la contrarrevolución y la contrainsurgencia. Cómo, pues, la política internacional se volvió crecientemente interdependiente respecto de las situaciones sociopolíticas internas en cada uno de los estados que interactuaban como agentes principales en aquella.
Muestra cómo los líderes políticos de las grandes potencias se debatieron para articular discursos públicamente aceptables que cubrieran sus vergüenzas (sus intereses imperialistas), de cara a la opinión pública, propia y ajena. Que permitiera revestir de un ropaje moralista la fría praxis de la lógica del poder.
Expone también cómo los intereses imperialistas se entrecruzaron (a veces superponiéndose, pero otras también contradiciéndose) con los intereses, de clase, en promover la contrarrevolución, a través de una solidaridad reaccionaria internacional. Y cómo, en este contexto, rara vez las izquierdas (con la notable excepción del bolchevismo ruso, y de pocos más) tuvieron capacidad para realizar un análisis de este complejo panorama político y geoestratégico que se atuviese a exigencias de realismo, puesto que casi siempre tendieron a tomar sus deseos por realidades, cayendo en la trampa de dar por buenas las razones sedicentemente morales que los gobiernos aducían en favor de sus políticas (imperialistas y/o contrarrevolucionarias) y eludir, en cambio, lo que era más necesario, un análisis realista -propiamente político- de la situación. Cayendo, así, casi siempre en la impotencia política (de nuevo, los bolcheviques constituyen una notoria excepción).
Como se comprenderá, por la somera descripción realizada acerca de los temas que se tratan en ambos estudios (repletos, además, de muy buena información empírica, con una narración minuciosísima de los acontecimientos y de la relación entre los mismos -lo que permite evitar la tendencia, demasiado habitual entre los intelectuales de izquierdas, al fárrago teórico y al lugar común retórico y vacío de contenido), se trata de dos trabajos completamente imprescindibles para cualquiera que esté interesado -como yo lo estoy- en profundizar en la relación existente entre política (conflictos políticos), guerra y relaciones internacionales. En entender cómo estos tres ámbitos (que usualmente son presentados, por el pensamiento estándar, como separados) están en realidad necesariamente interrelacionados de forma estrecha en cualquier estado contemporáneo.
Esta necesaria interrelación resulta, a mi entender, de capital importancia para entender tanto las políticas internacionales de los Estados y de la clase capitalista como para examinar las alternativas de las izquierdas en el plano geopolítico (para aterrizar en un ejemplo actual: la patética confusión de muchas voces izquierdistas a la hora de analizar el conflicto interno en Siria tiene mucho que ver con la incapacidad para entender estas interrelaciones entre lo sociopolítico y lo geopolítico). Y, consiguientemente, también -por lo que hace a un tema de investigación harto querido para mí- para dilucidar la racionalidad propia de las estrategias contrainsurgentes y antiterroristas, que hoy sólo pueden ser comprendidas suficientemente tomando en cuenta también el contexto internacional.