X

Formulario de contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

martes, 8 de mayo de 2012

"Martha Marcy May Marlene", de Sean Durkin


La verdad sea dicha: cuando el otro día estuve viendo esta película, me dejó bastante frío. Se trata, en efecto (al menos, a primera vista), de otro producto del "cine independiente norteamericano", con su usual retórica de planos "sucios", con mucho grano y composiciones muy cerradas; pocos diálogos, escasa música extradiegética; personajes solitarios que viven dramas interiores...


Vista así, la película no merece particular comentario: una obra más de este hipercodificado estilo (tanto como un blockbuster de Hollywood, aunque capte a sus espectador@s en otros estratos, generacionales y socioculturales). Ésta, centrada en los avatares de quienes se dejan enganchar en alguna de las muchas "sectas" -dicho con todas las comillas y todas las salvedades que tan manipulado término merece- que campan por los márgenes (de los marginados, de los abandonados) de nuestra sociedad.

En el plano visual, la película bebe sin ambages de la inventiva visual que directores como Roman Polanski o Stanley Kubrick introdujeron en el cine fantástico en los años setenta, a la hora de retratar la confusión entre fantasía y realidad que puede acosar a una mente "perturbada" (de nuevo, las comillas resultan indispensables). La cámara, así, compone planos sin intentar diferenciar de forma explícita los que son "reales" de los que son meramente "imaginados", pretendiendo suscitar de este modo la inquietud.

Hasta aquí, pues, todo correcto, pero también todo muy manido. Y es que nada hay más aburrido que un discurso acerca de la dificultad para una percepción correcta de la realidad cuando, como es el caso, al cabo se deja claro que la corrección existe. Que en realidad, por lo tanto, no hay razones serias para inquietarnos (si somos "normales").

Por supuesto, se trata de un discurso inequívocamente conservador (en el plano epistemológico, aunque también en el sociopolítico), por cuanto que parece imputar cualquier perturbación exclusivamente a los defectos -de percepción y/o de personalidad- del perceptor. Como si, entonces, la realidad fuese indiscutible, y tocase tan sólo adaptarse, ajustarse adecuadamente a ella: ser (y ver, y actuar) "como se debe".

Sugiero, por ello (y confieso que la sugerencia me vino al revisar la crítica de la película que aparece en Caimán. Cuadernos de Cine -en su nº 53, febrero 2012-, al hilo de un comentario incidental que realiza el crítico), que la película sólo cobra algún interés (más ideológico que estético, hay que aceptarlo) si somos capaces de darle la vuelta al argumento: frente a lo que parece ser la tesis principal de su historia (los trastornos psíquicos ocasionados a Martha -Elizabeth Olsen- por su tiempo de permanencia en la secta, que le dificultan distinguir fantasía y realidad), si somos capaces de imaginarnos qué pasaría, en qué mundo estaríamos (¿estamos?) viviendo si en realidad todas las obsesiones y ansiedades de Martha estuvieran verdaderamente justificadas; si fuesen sus atribulados parientes, tan "normales", quienes se equivocan, adocenados como están en su vida de comodidades, consumismo y tranquilidad.

Si esto fuera así, si Martha tuviera razón, contra todos (los "normales"), nos hallaríamos, entonces, ante una verdadera película fantástica: aquella en la que las líneas, aparentemente firmes, que separan la fantasía y la "realidad" acaban por desdibujarse. Y es que, acaso, una película fantástica no sea sino el grado sumo del realismo (difícil, sin duda, de aceptar, para nuestras limitadas mentes).


Más publicaciones: