Un breve comentario, puramente preliminar, acerca de la propuesta Democracia 4.0 que circula por internet:
Habrá que mirárselo con un poco más de detenimiento, pero, así, a primera vista, le veo ya algún problema serio a la propuesta: claramente, beneficia a quienes sean capaces de organizarse, frente a quienes no lo sean. Esto, por supuesto, tiene su parte buena: fomenta la participación. Pero también posee una parte mala, y aun peligrosa: organizarse para participar no es sólo -aunque también- una cuestión de voluntad; depende además de los medios de los que se disponga. Medios de comunicación, dinero, recursos humanos, redes sociales, etc. Es decir, no es algo que decida cada uno en su conciencia aisladamente, sino que está muy condicionado, además, por el reparto del poder social.
Así, en un sistema de democracia semidirecta como el que se está proponiendo, l@s ciudadan@s y organizaciones más activas estarían claramente sobrerrepresentadas en comparación con el resto... que pueden ser muchas más personas (obviamente, con sus propias opiniones políticas, tan válidas en principio como las de las demás). Y ciudadan@s y organizaciones más activas quiere decir también ciudadan@s y organizaciones con más poder: quien esté más marginado, menos organizado, tenga menos altavoces para sus ideas, tenga menos medios para hacer propaganda de las mismas, etc. (pongamos: inmigrantes, personas encarceladas, analfabetos, personas sin acceso fácil a internet, pobres, etc.), no será escuchado. Más exactamente: será menos escuchado que ahora: ahora, en principio, cualquiera tiene la oportunidad de votar, puesto que el coste de ir a votar es extremadamente pequeño (quien no vota, lo hace por otros motivos, no por el esfuerzo que dicho acto representa). Participar, sin embargo, de forma activa, constante, alerta, es algo mucho más esforzado. Y quien tenga más fuerza para ello (no digo personas, digo movimientos y organizaciones), gana: obtiene sobrerrepresentación (respecto del estado real de opiniones en la sociedad).
En un ejemplo (creo yo que perfectamente realista): la iglesia católica, por ejemplo, tiene más capacidad de movilización que nadie en España, pero ello no quiere decir que su opinión represente a la mayoría de la población. ¿Debería, entonces, favorecerse, la sustitución del peso del voto de l@s diputad@s por el de l@s votantes católic@s llamados en masa a -por ejemplo- votar en contra del aborto, por parte de las organizaciones católicas conservadoras (que han demostrado que pueden reunir fácilmente cientos y cientos de miles de personas en una manifestación -muchos más que el Movimiento 15-M, por supuesto-, cuanto más lograr que voten electrónicamente? Al final, se llevaría el gato al agua quien más medios tenga, para movilizar a más gente. Es decir, los de siempre.
Todo lo anterior no hace bueno el actual sistema de democracia puramente delegativa. Pero obliga a pensar más en serio en el problema, pues remedios aparentemente muy democráticos no hacen sino agravar el problema. Me temo que el asunto del diseño institucional de la democracia participativa ha sido estudiado ya muchas veces, y que no hay soluciones simples. Y ello, porque, en la realidad, el principio "un(a) ciudadan@, un voto" (en sí mismo, espléndido), se topa con la realidad de que ni tod@s l@s ciudadan@s tienen el mismo poder y la misma capacidad de acción (al contrario, en una sociedad poco igualitaria, hay notables diferencias en la capacidad de acción) ni es posible ignorar que hay espacios organizados, con capacidad de capturar la voluntad de muchas personas y de incentivar su participación, en detrimento de la representación de (una gran mayoría de) l@s no muy implicad@s -por convicción o por imposibilidad- en la cosa pública. Y, desde luego, no estoy pensando precisamente en el Movimiento 15-M, sino en organizaciones mucho más siniestras y poderosas, que sin duda se llevarían el gato al agua con un sistema como el que se propone...
Más sobre el tema:
http://josemanuelparedes.blogspot.com/2011/11/ivan-rivera-la-democracia-40-frente-la.html