"Cuando los filósofos, a quienes, como es sabido, les resulta siempre tan difícil guardar silencio, se ponen a discutir, debieran dar a entender que nunca tienen razón, mas de una manera que conduzca al contrincante al encuentro con la falsedad. Lo esencial sería poseer conocimientos que no fuesen absolutamente exactos e invulnerables -éstos desembocan sin remedio en la tautología-, sino tales que ante ellos surgiera por sí sola la pregunta por su exactitud. Pero ello no comporta una tendencia al irracionalismo o a la erección de tesis arbitrarias justificadas por la fe en las revelaciones de la intuición, sino la eliminación de la diferencia entre tesis y argumento. Pensar dialécticamente significa, en este aspecto, que el argumento debe adquirir el carácter drástico de la tesis, y la tesis contener en sí la totalidad de su fundamento. Todos los conceptos-puente, todas las conexiones y operaciones lógicas auxiliares que no pertenecen al asunto, todas las inferencias secundarias y no impregnadas de la experiencia del objeto, deben eliminarse. En un texto filosófico, todos los enunciados deberían estar a la misma distancia del centro."