¿Pueden la carne, la vida, dar réplica al capital en acción? ¿Puede su representación darle tal réplica? Parecería que Liu Xiao Dong (el pintor al que Jia Zhang Ke sigue en Dong) quiere responder afirmativamente a esta pregunta.
Así, el documental de Zhang Ke aparece como un intento (explícitamente reconocido como tal por el director) de dar la réplica vitalista a la anatomía del poder ejercido por el capital, que él mismo había llevado a cabo en Sanxia haoren (Naturaleza muerta).
Sin embargo, en opinión de quien esto escribe, la réplica no resulta convincente. No seré yo quien dude de que la vida puede -y debe- dar cumplida respuesta al poder opresivo del capital sobre las humanas existencias. Sí manifestaré, sin embargo, mi escepticismo acerca de que baste con la representación de la nuda vida (esos cuerpos hermosos y dinámicos que Xiao Dong obsesivamente retrata) para oponerse al poder. Pues, en contra de cierta tendencia (posmoderna) dentro de la izquierda contemporánea, soy de los que piensa que al poder solamente se le replica de forma terminante con actos (no, pues, con representaciones -al menos, no sólo).
Pensemos en el ejemplo empleado, en sus dos películas referenciadas, por Zhang Ke: la construcción, en China, de la presa de las Tres Gargantas, que tan intenso impacto, ambiental y socioeconómico, ha tenido en la región. Para afrontar dicho impacto, una representación meramente sensitiva de la vida -esos cuerpos de los trabajadores de la presa pintados por Xiao Dong- parece notoriamente insuficiente, pura sublimación. Por el contrario, el acto se revela imprescindible: sea la destrucción de la presa, la consolidación de un movimiento de resistencia, la toma de conciencia que lleva a nuevas acciones, etc.
No, no basta con reafirmar, en el plano retórico, la vida, para combatir al poder (del capital): hay que ejercerla; y hacerlo en sus márgenes, y en su contra.