Esta pequeña película del año 1951 destaca sobre otras tantas de tema histórico y aventurero de la época, en mi opinión, principalmente por la enérgica dirección que a su puesta en imágenes imprime Phil Karlson.
Precisamente, esa capacidad para plasmar visualmente con gran fuerza lo que se narra es lo que nos permite apreciar la película. Narra, en efecto, una historia de explotación y dominación feudal, en un momento avanzado de la historia de Inglaterra (siglo XVII). Y, a causa de la brillantez visual que Karlson le añade, podemos contemplar una muy gráfica mostración de lo que signifcaba dicha sujeción feudal: la violencia de masca, la sumisión, el dolor, la impotencia, la rebeldía, los privilegios, la injusticia,...
(Pienso en: la elección de los encuadres; así como la elección de aquello que ha de ser explicitado en imágenes.)
(Pienso en: la elección de los encuadres; así como la elección de aquello que ha de ser explicitado en imágenes.)
Todo ello no puede quedar empequeñecido, a pesar de cuanto intentaran guionistas y productores en su momento, por la convencional historia de amor, por el impuesto final feliz. Todo esto se olvida, lo hemos visto cientos de veces, resulta increíble. Pero las imágenes de la injusticia y de la violencia permanecen, más vivas que decenas de estadísticas.