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lunes, 15 de noviembre de 2010

Leos Carax, o la imposible representación del amor romántico


¿Cómo representar el amor? A este problema han tenido que enfrentarse innumerables literatos, dramaturgos y cineastas a lo largo de la historia del arte. Puesto que el amor no parece ser otra cosa que una proyección idealizada del deseo, parece difícil hallar la forma de representarlo, en tanto que idealización: se puede hablar sobre él, explicar sus efectos sobre el psiquismo individual o sobre el medio social; estallar en metáforas en torno a lo que significa;... Pero resulta verdaderamente difícil hallar un modo plausible de representarlo directamente.

A dilema estético tal parece haberse querido enfrentar Leos Carax en sus películas: a la representación del amor. Y, en mi opinión, fracasó estrepitosamente -bien que, si se quiere, gloriosamente- en su intento de lograrlo. El cine de Carax, en efecto (Boy meets girl, Mauvais sang, Les amants de Pont Neuf), se esfuerza, a través de una formalización extrema, en volver representable ese Angst que subyace al sentimiento y a la obsesión amorosas. Y, sin embargo...

Sin embargo, esa extremada formalización parece incapaz de capturar -acaso, porque resulta incapturable- el sentimiento: observamos, sí, las liturgias de la pasión. Pero difícilmente la sentiremos verdaderamente presente en el comportamiento de esos personajes, de esos actores que los encarnan, que, colocados en situaciones pasionales, se esfuerzan por hacernos ver aquello que (no existe en realidad, puesto que de -pretendida- representación se trata, y, además) no posee materialidad propia.

En tanto que espectador@s, nos encontramos, pues, en la (paradójica) situación de tener que realizar un acto de fe: de creer que existe aquello que no vemos (el amor), que sabemos que en realidad no existe (puesto que se trata tan sólo de una ficción que pretende representarlo), pero que se nos intenta hacer conocer (mediante su representación). Y, obviamente, dicho acto de fe solamente es posible si creemos ya que el amor existe ahí, porque lo sentimos: porque estamos enamorad@s en ese mismo momento; y, por ello, somos capaces de identificarnos con los personajes. Pero, ¿no eso pedir demasiado de un espectador(a)?


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