En dos libros de Nicole Loraux recientemente traducidos al castellano (La ciudad dividida -Katz, 2008- y La guerra civil en Atenas -Akal, 2008), la helenista francesa reflexiona acerca de la difícil relación del pensamiento griego antiguo con el concepto político de stasis (traducido comúnmente como "guerra civil" o "sedición"). Reflexión que resulta extremadamente interesante, sin duda alguna, no sólo en tanto que conocimiento histórico, sino también -y, a mis efectos, ante todo- porque la Grecia antigua constituye uno de los loci classici de los que se ha nutrido principalmente, y continúa nutriéndose, la moderna teoría política (especialmente, la de la democracia).
Loraux pone de manifiesto la paradoja que conlleva, en la tradición del pensamiento político griego, la conceptuación de la stasis, que estriba en la necesidad -y, al tiempo, la extrema dificultad- de reconocer cómo la polis, concebida paradigmáticamente como una unidad y, más aún, como un auténtico sujeto político (unitario), puede aparecer dividida (en dos) y en guerra (consigo misma). Destaca igualmente cómo la idea de división del uno (político) en dos (facciones) resulta ínsita -en potencia, al menos- en la propia idea de la toma de decisiones mediante un procedimiento mayoritario (de votación). Que la toma de posición (significado originario del término stasis) conlleva ya, en alguna medida, una incipiente separación. Y que dicha toma de posición resulta casi ineluctable cuando no existe -como, de hecho, nunca existe- armonía plena entre la ciudadanía (en cuanto a sus intereses, en cuanto a sus valores). Y que, por ello, la frontera entre la política (ordinaria, institucionalizada) y la stasis resulta bastante más lábil de lo en principio pudiera suponerse... Lo que lleva a que, para ocultarlo, se interpongan barreras simbólicas entre lo uno y lo otro: la decisión mayoritaria se disfraza de decisión (unánime) del sujeto colectivo, los conflictos son ocultados detrás de "prohibiciones de recordar", etc.
Aunque es cierto que el pensamiento liberal ha introducido, a este respecto, en la teoría política moderna y contemporánea matizaciones relevantes, al valorar el pluralismo como algo no necesariamente negativo siempre, sin embargo, sigue siendo cierto que, en los casos radicales (allí donde el pluralismo y la tolerancia no resultan ya suficientes: porque el diálogo intercultural deviene imposible y, además, no hay un grupo social que ostente un poder suficiente como para dominar a los restantes), el mismo problema político al que las poleis griegas, y sus pensadores, hubieron de enfrentarse vuelven a resurgir entre nosotr@s: el problema de conceptuar, y de intentar resolver, el conflicto interno (irresoluble) en la comunidad política (proclamada, ideológicamente, como unitaria).