Desde que fue redescubierta, esta película (en su momento, una pequeña obra de serie B) ha sido siempre vista ante todo como un clásico del cine negro, en aquella vertiente del mismo que se dedica a presentar un ambiente social (la película es de 1949) eminentemente paranoico, manifestado en la violencia que atenaza a los dos protagonistas. En este caso, además, con una puesta en escena -tan propia de la buena serie B- seca y vigorosa.
Sin rechazar esta interpretación de la película (que sigue siendo válida), propongo también otra alternativa/ complementaria: es la historia de dos personas que, precisamente por el ambiente desesperanzado en el que viven, optan por aferrarse el uno al otro, por enamorarse (recuérdese: "el último recurso de los corazones desesperados") y por correr juntos hasta su fin, porque -y tal es la tragedia narrada- constituye su mejor alternativa. Así, el amor no aparece aquí (contra lo que es habitual en el cine bienpensante) como algo opuesto a la violencia: antes al contrario, la violencia es la forma en la que ambos protagonistas se van enamorando, renunciando a sus intereses individuales, aunándolos,... purificándose.