lunes, 3 de abril de 2017
I walked with a zombie (Jacques Tourneur, 1943): una racionalidad con pies de barro
"Tú,
oh rey, estabas mirando, y viste una gran estatua. Esta estatua, que era muy grande, y
cuya gloria era muy sublime, estaba en pie delante de ti, y su aspecto era
terrible. La cabeza de esta estatua era de oro fino; su pecho y sus brazos, de
plata; su vientre y sus muslos, de bronce; sus piernas, de hierro; sus pies, en
parte de hierro y en parte de barro cocido. Estabas mirando, hasta que una
piedra fue cortada, no con mano, e hirió a la estatua en sus pies de hierro y de
barro cocido, y los desmenuzó. Entonces fueron pulverizados al mismo tiempo
el hierro, la arcilla, el bronce, la plata y el oro; fueron como la paja en la
era durante el verano: el viento se los llevó y no quedó ningún rastro."
(Libro de Daniel, 2:31-35)
Siempre me ha parecido que I walked with a zombie era, incluso en el contexto de la obra de Jacques Tourneur (siempre caracterizada por su capacidad para evocar en sus imágenes sensaciones de ensueño -o pesadilla- aun dentro de la más estricta vigilia), una película particularmente extraña, debido al idiosincrásico modo en el que una trama en principio claramente adscrita al género fantástico se combina con la tradición del melodrama gótico (de hecho, es notoria la inspiración del argumento en ciertas situaciones de Jane Eyre, la novela de Charlotte Brontë).