Toni Erdmann resulta ser una de las películas más complejas,
por polifacéticas, que he podido encontrarme en estos últimos años. En efecto,
ocurre que esta obra es capaz de ser al tiempo (y en todos los casos con el
suficiente nivel de excelencia) varias formas de narración, y de reflexión
estética, con pretensiones absolutamente diversas (que no necesariamente
contrapuestas). Que transitan por direcciones completamente diferentes entre
sí. Pero que, al mismo tiempo, se complementan verdaderamente de un modo
notable.