viernes, 22 de enero de 2016
Saul fia (=El hijo de Saúl) (László Nemes, 2015)
Representar cinematográficamente el genocidio nazi no ha sido nunca tarea sencilla, a pesar de que una y otra vez se viene intentando: desde las imágenes en bruto (y, por ello, siempre insuficientes) de las filmaciones de las tropas británicas, norteamericanas y soviéticas, pasando por las intrigantes fotografías obtenidas heroricamente por algunos miembros de Sonderkommando (que tan lúcidamente comentara Georges Didi-Huberman en Images malgré tout), hasta las evocaciones fantasmáticas en Nuit et brouillard (Alain Resnais, 1955) o, sobre todo, en las películas de Claude Lanzmann; pasando por representaciones obscenas, moral y estéticamente inaceptables, como las habituales en el cine más convencional (paradigmáticamente, porque se pretenden "cine de calidad": en Kapò -Gillo Pontecorvo, 1960-, en Schindler's list -Steven Spielberg, 1993- o en La vita è bella -Roberto Benigni, 1997).