martes, 20 de octubre de 2015
El Club (Pablo Larraín, 2015)
En el inicio (de la impresión) está la imagen: una iluminación pobre e "imperfecta" (a tenor de los cánones dominantes), una textura "sucia" -según aquel mismo tenor- y excesivamente granulada,... Una imagen incómoda, disconforme, que retrata un entorno físico indudablemente bello en cuanto a sus características naturales, pero también degradado, en cuanto hábitat de seres humanos, de la comunidad en la que los personajes protagonistas (esos sacerdotes católicos apartados de la vida social y de su ejercicio "por sus pecados") habitan y transitan, como fantasmas apenas entrevistos -con explícito recelo- por sus conciudadan@s. El entorno perfecto para que acaezca la representación, visualmente agresiva, de una pesadilla agria y violenta.