Ver Le passé y apreciarla depende fundamentalmente de una condición: de que, en tanto que espectador@s, seamos capaces de aceptar la premisa (explícita en el título) de que un grupo de individuos se hallen en verdad tan absolutamente encerrados en pedir y rendir cuentas sobre lo que ha acaecido anteriormente entre ellos como lo están los personajes de la película. Resulta, ciertamente, una condición dura de admitir, porque naturalmente tenderemos a pensar que el ambiente que Asghar Farhadi crea en esta película resulta (a diferencia de lo que ocurría en la anterior, Jodaeiye Nader az Simin -Nader y Simin: una separación-, mucho más naturalista) tan enfermizo, tan asfixiante, que resulta artificioso, poco verosímil.