Desde siempre, he sentido una perplejidad profunda ante el cine de Jaime Rosales: tanto en los casos en los que más me ha gustado (Las horas del día, La soledad) como en los que menos (Tiro en la cabeza y -de algún otro modo- la película que ahora comento), he detectado -y, según creo, no soy el único- una constante disociación entre las intenciones declaradas por el director, a la hora de construir sus películas, y aquello que a mí me resultaba más evidente, tanto en el fondo como en la forma, y más relevante también, en las mismas.
viernes, 15 de junio de 2012
"Sueño y silencio", de Jaime Rosales
Desde siempre, he sentido una perplejidad profunda ante el cine de Jaime Rosales: tanto en los casos en los que más me ha gustado (Las horas del día, La soledad) como en los que menos (Tiro en la cabeza y -de algún otro modo- la película que ahora comento), he detectado -y, según creo, no soy el único- una constante disociación entre las intenciones declaradas por el director, a la hora de construir sus películas, y aquello que a mí me resultaba más evidente, tanto en el fondo como en la forma, y más relevante también, en las mismas.