En estos últimos meses volví a ver completa la serie televisiva que
Mark Frost y
David Lynch crearon allá por 1990, así como la película (
Twin Peaks. Fire walk with me) que con posterioridad Lynch dirigió, como complemento de aquella. Como ocurre con cualquier
soap opera (y a diferencia de series más recientes -como
The Sopranos o
The wire-, en las que se va programando anticipadamente la clausura de la narración), es claro que aventurar una reflexión global acerca de la misma resulta siempre un ejercicio de simplificación. Pese a ello, también lo es que el imaginario sobre el que David Lynch ha venido trabajando es tan reconocible que tal simplificación puede, pese a todo, ser defendida, como un ejercicio con sentido.