Viendo el otro día Las acacias (una leve película argentina, en la línea, de esquematismo narrativo, promovida por Carlos Sorín -aunque sin las complacencias que este último con demasiada frecuencia se permite), mi atención se desvió desde la historia narrada -al cabo, una tópica road movie de encuentro y entendimiento- hacia la forma cinematográfica elegida para narrarla.