Aunque no se trate de una película magistral, hay dos razones por las que creo que conviene recomendar esta pequeña película independiente: primero, por haber sido dirigida por Ida Lupino -sí, la actriz-, lo que, en 1950 (y, por desgracia, aún hoy), era algo notablemente singular; y, en segundo lugar, por el tema tratado. Y, en todo caso, por ser una película muy desconocida, que se merece una oportunidad.