Uno puede leer esta magna opus de Jan Potocki, me parece, de dos maneras diferentes (en todo caso, no excluyentes entre sí): primero, como una sarta de historias engarzadas unas con otras -y, más aún, también unas en otras-, al modo de la larga tradición literaria que va de la novela bizantina a Don Quijote de la Mancha (y Los trabajos de Persiles y Segismunda), pasando por Las mil y una noches. En este primer sentido, la obra resulta entretenida (aunque no particularmente original). Pero puede también ser leída -y me parece esta una lectura mucho más interesante- como una suerte de manifiesto (literario, claro está) de la crítica ilustrada; un manifiesto, pues, de la modernidad ideológica.