Vuelvo a ver ayer este clásico de Edgar G. Ulmer. La leyenda de esta película es conocida: cine negro, de ínfimo presupuesto, una historia de azares fatales, predominio de la voz en off y del punto de vista del protagonista, Al Roberts (Tom Neal), que se dirige directamente al espectador, interactuando con él; una suerte de pesadilla -tanto en lo narrativo como en lo visual- sobre la imposibilidad de controlar el propio destino...