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lunes, 3 de agosto de 2020

Juan Carlos Onetti: Juntacadáveres


Juntacadáveres
es lo más parecido a una novela social que Juan Carlos Onetti escribió nunca. Aunque, naturalmente, también en ella resulten indelebles las marcas de su personalísima escritura: tanto en personajes como en situaciones; como, por supuesto, en su moroso estilo de descripción y de narración.

Y, sin embargo, es cierto que, dentro del "ciclo de Santa María" (aquellas de sus obras narrativas que están ambientadas en aquella ciudad imaginaria), es esta novela aquella en la que más atención se presta a la interacción entre personajes y universo social circundante. En efecto, en ella la (patética) epopeya de Larsen (el "Juntacadáveres" del título de la obra) trasciende su naturaleza puramente existencial (que, por ejemplo, en la anterior El astillero destacaba sobremanera, hasta anegar por completo de existencialismo y absurdo el sentido último de la narración), para convertirse además, en buena medida, en parte de lo que se constituye en la metáfora representativa e iluminadora de toda una sociedad: la aventura del proxeneta y del prostíbulo que -con respaldo oficial- inaugura en Santa María se entrecruza con la de las bajas pasiones que se ocultan detrás de la apariencia de respetabilidad de la burguesía provinciana.

Hasta el punto de que, al final de la novela, la "baja" corrupción moral que emana del trabajo sexual y de la compraventa de sexo acabará por verse íntimamente vinculada a los deseos "inmorales" que los "buenos ciudadanos" de Santa María satisfacen en privado, pero también a la incontrolable (aun si reprimida) sexualidad de sus mujeres aparentemente más respetables. Así, verdaderamente la epopeya existencial que Juntacadáveres narra no es tan solo la de su personaje (teóricamente) protagonista, sino la de toda una sociedad, agarrotada por la hipocresía, la represión y el sinsentido vital.

Todo ello aparece, claro está, descrito y narrado con la característica prosa observacional, minuciosa y preciosista del escritor uruguayo: mediante un constante cambio del punto de vista narrativo y una capacidad notable para aunar narración con la simultánea interpretación de la significación más profunda de lo narrado. (Una vez más, aquí -como en otras obras del ciclo de Santa María- el personaje del doctor Díaz Grey actúa en muy buena medida como observador clarividente, pero pasivo, de todo el drama, constituyéndose en punto de apoyo imprescindible para realizar esa segunda actividad, la interpretativa, que la narración lleva a cabo y que constituye uno de los rasgos más idiosincrásicos de la escritura de Onetti.)


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