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miércoles, 29 de enero de 2020

Albert Boronat/ Andrés Lima: Prostitución


Prostitución, la obra, está construida mediante la técnica del collage textual: textos de Virginie Despentes y Amelia Tiganus (escritoras feministas) y de Juan Cavestany; testimonios reales de trabajador@s sexuales; estadísticas; reportajes visuales; vídeos de ficción;…

Prostitución, la interpretación de la obra en escena, está construida como una suerte de “cabaret documental” (así lo calificaba, acertadamente, Marcos Ordóñez, en su crítica), en que tres actrices y una música van encarnando diferentes papeles y situaciones. Combinando drama, realismo, humor, comedia musical, discursos panfletarios,…

La obra y la interpretación pretenden, evidentemente, a través de los complejos aparatos textuales y escénicos acabados de señalar, mostrar a l@s espectador@s la complejidad polifacética del fenómeno social que solemos etiquetar como “prostitución”. Problema social, de desigualdad, de derechos humanos, de feminismo, de pobreza y precariedad, de sexualidad, de emociones, de corporalidad, de hipocresía y moralismo, de…

Cabe preguntarse si, en realidad, Prostitución, la obra y su interpretación, son verdaderamente capaces de revelar, a través de su construcción estética, algo más que una escenificación de lo que constituye conocimiento común acerca del fenómeno. Cabe dudarlo: es el problema de un teatro tan volcado hacia lo documental y hacia el realismo; que resulta dudoso que logre trascender el más craso positivismo, de los datos, de los testimonios y de los discursos. Y es que un realismo sin análisis estructural (de las estructuras sociales subyacentes a los fenómenos que se detectan) difícilmente puede conseguirlo.

Otra línea de avance posible (para trascender las limitaciones de la estética del realismo social) que Prostitución apunta, pero que apenas explora ni explota, era la de haber construido para la obra y para su interpretación una estética del distanciamiento y de la implicación: un juego escénico –eminentemente teatral, que trascendiera el texto dramático- en torno a la posición de l@s espectador@s respecto del tema, de las situaciones y de los personajes presentados en la obra. Y, muy señaladamente, en torno a su posición diferenciada por razones de género: de los espectadores masculinos, como potenciales (o actuales) usuarios del trabajo sexual; y de las mujeres, como potenciales trabajadoras sexuales, o moralistas enjuiciadoras de la categoría moral de dichas trabajadoras. Se hubiera tratado, claro está, de un juego escénico peligroso, arriesgado, al sacar la obra del universo de la ficción (aun de la ficción realista) y conducirla hacia un ejercicio de (auto-)reflexión crítica, que, evidentemente, en este caso los autores, director y productores no han osado (o querido) transitar.

Hallaremos, pese a todo, un buen ejemplo de lo que podía haber sido una obra teatral verdaderamente relevante (por reveladora) sobre el tema del trabajo sexual en la última parte de la obra: en el vídeo titulado Natural, que aparece al final. En el mismo, en efecto, se dramatiza espléndidamente (sin necesidad de énfasis ni de retórica melodramática) la idiosincrática relación que existe entre usuario y trabajador(a) sexual: una relación sexual y emocional que, de parte del cliente, se pretende auténtica, pero al tiempo cómoda (por sumisa), mientras que, contemplada con los ojos del/la trabajador(a) sexual, no puede ser vista sino como fría cosificación. Es en esta paradójica interacción personal (en la que se ofrece lo que no se tiene, se busca lo que es imposible encontrar, lo que se compra no es lo que se obtiene, lo que se vende es tan solo un remedo de lo que el cliente busca,…) donde verdaderamente podría haberse encontrado (parte de) la verdad del tema tratado, si se hubiese profundizado suficientemente en esta línea de investigación y de reflexión; y de representación.


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