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sábado, 12 de octubre de 2019

Il magistrato (Luigi Zampa, 1959)


Llamo la atención sobre esta pequeña película (magistralmente construida, no obstante, tanto a nivel dramático como por lo que hace a la interpretación actoral y a una dirección convencional, pero técnicamente perfecta) por su capacidad para dramatizar en los términos más contundentes un dilema que aqueja a tod@ juez(a) penal que sea sensible a consideraciones de injusticia social (desgraciadamente, no son tant@s...): ¿cómo enjuiciar la responsabilidad individual de un sujeto, por las acciones (ilegales) que ha realizado y el daño que las mismas han causado, cuando se es consciente de que dicho sujeto apenas ha tenido oportunidades para actuar de otro modo y, más aún, a veces hay otros mucho más culpables que él en términos morales, porque le han  conducido a esa situación sin salida (legal), pero que se han sabido zafar mejor que él de las consecuencias de sus actos?

Por supuesto, el dilema existe porque no hay ninguna respuesta simple: ni renunciar por completo a la exigencia de responsabilidades individuales, ni cerrar los ojos a la evidente injusticia, ni acogerse al formalismo de "la ley es la ley, y ha de ser cumplida a toda costa" (desgraciadamente, estos dos últimos son los expedientes a los que se acogen la gran mayoría de los jueces/zas penales del mundo, para eludir su responsabilidad moral), ni iniciar la revolución social desde los juzgados, parecen soluciones completamente plausibles. Y, sin embargo, la cuestión está ahí, siempre presente, ineludible...

En este sentido, la película de Luigi Zampa tiene la virtud precisamente de no proporcionar tampoco una solución al dilema: los inocentes (los moralmente inocentes) son atrapados fácilmente por una estructura social basada en la desigualdad, la injusticia y la dominación y conducidos a actos ilegales (y, en sí mismos, también inmorales, por más disculpables que puedan ser los agentes, a causa de las atribuladas circunstancias en las que obran); y el/la juez(a) lo más que puede hacer, parece, es aminorar el peso de la ley sobre el acusado más desgraciado, o acaso indagar además a la busca de a algún otro sujeto, más poderoso, más oculto, para hacerle también responsable de aquellos actos que al pobre desgraciado le han conducido ante la ley.


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