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sábado, 3 de agosto de 2019

The searchers (John Ford, 1956), con perspectiva de género


Estuve viendo el otro día, por enésima vez, The searchers, y apreciando de nuevo la maestría de esta obra de madurez de John Ford. Una maestría que yo diría que se manifiesta particularmente en dos aspectos. Primero, en la capacidad de su narración para combinar la mostración de un cúmulo de acontecimientos (característicos de tantas historias de western y, por lo demás, de una naturaleza un tanto episódica, unificados antes por la continuidad de los personajes que por los acaecimientos que experimentan) y al mismo tiempo -y muy señaladamente- proporcionar indicios (modestos, no enigmáticos, pero sí tímidos, apenas explícitos) de las corrientes emocionales (amor, celos, rencor, nostalgia, etc.) subterráneas, calladas, que atraviesan el espíritu de cada uno de sus personajes protagonistas y que realmente les dominan por completo.

La segunda virtud magistral de The searchers se halla, me parece, en su estructura especular: Ethan (John Ford) busca a Debbie (Natalie Wood) como, tiempo atrás, buscó -emocionalmente- a su madre (Dorothy Jordan); junto con él va Martin (Jeffrey Hunter), que busca a Debbie, al tiempo que es buscado por Laurie (Vera Miles); que, a su vez, es perseguida por Charlie (Ken Curtis); Scar (Henry Brandon) mata a Martha y toma a Debbie, Ethan matará a Scar y recuperará a Debbie;...

(Por lo demás, es notable la similaridad estructural, pero también las diferencias, entre The searchers y otra película de Ford tan próxima en el tiempo y en algunos de sus temas como lo es The man who shot Liberty Valance -1962: también en esta existe una estructura especular y corrientes emocionales subterráneas. La diferencia entre una y otra estriba, me parece, en la notoria mayor explicitud de esta última, a la hora de mostrar abiertamente sus contenidos: The man who shot Liberty Valance constituye, en efecto, una explícita reflexión acerca del valor de la verdad y de la mentira -o del mito- en la constitución de las sociedades y de las comunidades políticas. La estructura narrativa, entonces, de la película sirve justamente para resaltar el contenido ideológico subyacente...)

No ocurre así, en cambio, en The searchers, donde todo lo esencial -la estructura y las emociones- ocurre lejos de la mirada más superficial que un(a) espectador(a) pueda otorgar a la película. Y cabe preguntarse por qué. Se ha sugerido, en este sentido, que la descripción del racismo blanco (abierto en el personaje de Ethan, pero presente en realidad en todos los demás) constituye uno de los "núcleos oscuros" subyacentes a la narración. Y, sin duda, ello es cierto.

Y, sin embargo, como suele ocurrir, el racismo (que, en suma, no es sino un mero artefacto ideológico) apenas es capaz de explicar satisfactoriamente la naturaleza hondamente perturbadora que posee la historia narrada. Que lo es, ante todo (y ello suele ocurrir, cuando de representaciones culturales de la realidad hablamos), por constituir un retrato inmisericorde de estructuras mucho más materiales -y, por ende, efectivas- que el de un simple prejuicio ideológico.

Porque, ¿no ocurre que lo que en realidad narra The searchers, detrás de su revestimiento genérico, es la historia de la lucha (tanto física como social) de los varones por el poder de acceder al cuerpo de las mujeres? ¿No es el antagonismo propio de esta lucha lo que unifica en realidad todos los episodios de la película?

El amor callado de Ethan por su cuñada Martha y la consiguiente rivalidad con el hermano, la lucha entre Martin y Charlie por Laurie, y entre Laurie y Martin por el modelo de relación que van a tener en el futuro, el ansia de Scar por Debbie y la lucha de Martin y Ethan por arrebatársela, el deseo de Ethan de destruir el cuerpo "usado" de Debbie,..., ¿no son todas manifestaciones de idéntica voluntad de poder (masculino)?

Me parece, en efecto, que lo auténticamente inquietante -y magistral- de una película como The searchers es, justamente, esa capacidad de John Ford (que, como el gran artista que era, tantas veces fue incapaz de atenerse estrictamente a sus propios prejuicios ideológicos y de no ir más allá de los mismos para adivinar una realidad mucho más compleja e incómoda) para elaborar un retrato, apenas explícito, pero contundente, de una dinámica tan esencial en la constitución de las sociedades como lo es la dominación patriarcal. Una dominación que suele aparecer revestida de los más diversos ropajes ideológicos (como lo hace también en la película): amor romántico, celos, racismo, "espíritu de familia", sentimiento comunitario, descarnada sexualidad,... Pero que, en su fondo, anida siempre una y la misma voluntad de poder.




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