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jueves, 13 de septiembre de 2018

Valeria Veigh Weis: Marxism and Criminology. A History of Criminal Selectivity


El libro que comento (Brill, 2017) parece tener dos objetivos principales: de una parte, demostrar que, en contra de la opinión común, las teorías marxistas pueden resultar útiles en el análisis criminológico y, por ello, deberían ser de obligado empleo; y, de otra, justamente como piedra de toque que permitiría comprobar que la primera tesis es correcta, elaborar una narración histórica que, basándose en los análisis marxistas acerca de la evolución del capitalismo (desde su nacimiento, en la Europa de la edad moderna, hasta nuestros días), describa cómo las diferentes políticas criminales desarrolladas a lo largo de tres siglos en los estados europeos se hallaban en conexión con las necesidades funcionales de la preservación de la acumulación y de la dominación capitalista.

En concreto, se propone que esta conexión entre la política criminal y las necesidades funcionales de la economía capitalista tendría lugar principalmente a través del desarrollo del método de la selectividad de la criminalización: selectividad tanto primaria, en el momento de legislar en general, como secundaria, en el momento de aplicar la ley a los casos. Y selectividad que implica decisiones diferenciadas acerca del nivel de intensidad de la intromisión del sistema penal en los conflictos sociales, dependiendo de quiénes sean (de qué perfil de clase posean) los sujetos protagonistas: traduciéndose siempre, pues, en sobrecriminalización de ciertas formas de conflictividad social e infracriminalización de otras.

De este modo, el libro contiene una propuesta de periodificación de las políticas criminales de los estados occidentales durante los últimos dos siglos, tomando como criterio la forma que en cada momento ha adoptado la selectividad en la criminalización. Y proponiendo en cada caso la relación (funcional) que dicha forma de selectividad tendría con la evolución socioeconómica y política de las economías y de los estados capitalistas. Se establece, así, una clasificación entre políticas criminales propias de la acumulación primitiva de capital, políticas criminales propias del capitalismo en crecimiento y expansión (propias de la fase imperialista) y políticas criminales propias del capitalismo maduro (o senil) de la contemporaneidad. Cada una de estas clases de políticas criminales produciría sus propias y específicas formas de selectividad en la criminalización, porque obedecería a necesidades funcionales (de acumulación de capital y de reproducción social) distintas.

Llama, sin embargo, poderosamente la atención el hecho de que en ningún momento el trabajo se detenga a examinar en detalle los procesos causales (de índole presumiblemente sociológica, o tal vez sociocultural, o...) a través de los que la selectividad en la criminalización (la sobrecriminalización e infracriminalización diferenciales) se convertirían en características específicas de las políticas criminales. Pues si, por un lado, parece evidente que tiene que existir alguna o algunas formas de relación entre las estructuras sociales de poder y las manera en la que se priorizan o no las preocupaciones políticas acerca de la desviación social, es decir, que la evidente selectividad en cuanto a las decisiones político-criminales acerca de si incriminar o no ciertas conductas no puede ser un fenómeno casual, ello todavía no nos permite determinar cuál es la secuencia causal que hace que la selectividad tenga lugar.

En este sentido, el libro de V. Veigh Weis adolece de algo que es demasiado habitual entre l@s teóric@s marxistas (no tod@s, desde luego, pero sí demasiado): la tendencia a saltar con demasiada alegría de la comprobación de que existe una una correlación entre fenómenos a la conclusión de que entre ellos existe una relación causal. Más aún: ni siquiera el hecho de que ciertos fenómenos (digamos: la selectividad) resulten funcionales para el desarrollo de otros (digamos: la reproducción capitalista) permite afirmar sin más tal relación causal. Antes al contrario, solamente investigando en los procesos causales reales es posible determinar si verdaderamente existe (como en este caso es plausible que exista) una influencia de aspiraciones de grupos sociales poderosos en los procesos de decisión política.

Y, en todo caso, yo diría que, aunque se diera por demostrada la relación entre el poder del capital y las políticas criminales (yo, por ejemplo, tengo por seguro que tiene que existir tal relación, aunque, por rigor teórico, demandaría una investigación sociológica más elaborada antes de considerarla como algo cierto), únicamente el examen detenido de los procesos causales concretos que conducen del uno a las otras permitiría conocer lo que resulta verdaderamente relevante para la Criminología (que, a diferencia de la teoría marxista, no necesita reafirmar su relevancia contemporánea, sino intentar conocer la verdad): el detalle de cómo, en diferentes momentos y lugares, dicha incidencia se produce, con diferentes grados de intensidad, con distintas modulaciones, con limitaciones y efectos diversos,...

Me parece, por lo tanto, que si verdaderamente el marxismo desea ser relevante para la Criminología (como, en general, para todas las ciencias sociales), lo que sigue haciendo falta es una explicación teóricamente convincente y validada empíricamente de cómo tienen lugar los procesos de criminalización y de cómo incide causalmente sobre ellos la estructura social clasista de las economías capitalistas.

Reconstruir la historia de dichos procesos (no sólo la global, sino también -y primariamente- la local, fragmentada por estados y épocas históricas) será, desde luego, también necesaria. Pero, en realidad, únicamente será posible hacerlo con rigor cuando exista un bagaje de evidencia empírica y de explicaciones teóricas, tanto desde la perspectiva sincrónica como de la diacrónica, que en esta área de investigación está todavía por acumular. (No ocurre, en cambio, así en otras áreas de la Historia social o de la Sociología, donde los estudios sociológicos e históricos influidos por el marxismo están mucho más desarrollados.) Mientras tanto, pretender llevar adelante una historia marxista de la política criminal no deja de ser un ensueño, que acaso pueda satisfacer al creyente en la doctrina marxista, pero que tiene que dejar insatisfech@a cualquier teóric@ que mantenga su capacidad crítica.


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