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miércoles, 18 de julio de 2018

The love witch (Anna Biller, 2016)


A primera vista, The love witch parece una película desconcertante: tanto por su desaforada historia de amour fou como a causa de la muy explícita estética retro de sus formas visuales, su extremada formalización y manierismo, resulta difícil, en un principio, saber, en tanto que espectador(a), el terreno que estás pisando.

Y, sin embargo, yo sugeriría que la mejor manera (aunque, desde luego, no la única) de aproximarse a esta película es desde la perspectiva de la sátira. En efecto, lo extremado de su historia de la búsqueda del amor ideal a toda costa, así como su muy obvia retórica visual (pretendidamente relamida), creo que se entienden -y se disfrutan- mucho mejor si se parte de la base de que se trata de satirizar, conduciéndolo hasta el límite de sus contradicciones, un cierto discurso (sexista) acerca de la feminidad y de la relación deseable de las mujeres con los varones.

En la historia de The love witch, su protagonista, Elaine (Samantha Robinson), destaca por haber interiorizado plenamente la idea de que las mujeres deben buscar, hasta el final, el amor ideal en un hombre. Y, al mismo tiempo, la idea de que los hombres satisfarán esa necesidad de amor si se les proporciona aquello que, en su infantilismo, buscan más: satisfacciones sexuales, belleza de la mujer amada, que se adule su orgullo, etc.

Sobre esta base, la película narra, entonces, el proceso que conduce al más completo fracaso de Elaine en su pretensión: a pesar de todos sus recursos sobrenaturales para seducir a los hombres, estos, en última instancia, se revelan incontrolables, porque son incapaces de amar con la mujer -como Elaine- aspira, porque resultan aún más pueriles de lo que cualquier mujer pudiera esperar.

La ironía, estéticamente activa en la película, estriba principalmente en la manera en la que los ideales románticos (y sexistas) abrazados por Elaine, son mostrados a través de unas formas audiovisuales radicalmente -y voluntariamente- anticuadas: esos diálogos pausados, formalistas y retóricos, esa ambientación y esa composición visual de los planos con tan evidentes reminiscencias del más estilizado melodrama (Douglas Sirk, Vicente Minnelli, Richard Quine,...) de las décadas de los cincuenta y sesenta del pasado siglo...

Una sátira, pues, radical (por su capacidad para fingir tomarse en serio a sí misma) acerca de lo periclitados que deberían estar ya, a estas alturas, los tópicos del romanticismo más sexista. Sobre los perjuicios que su asunción ocasiona a tantas mujeres (y varones). Y sobre el hecho de que, pese a todo, en tantos y tantos discursos que un@ puede apreciar adheridos a obras culturales del más diverso pelaje (por no ir más lejos: en tantas y tantas películas contemporáneas), esos tópicos y esa ideología siguen vigorosamente activos, a pesar de su aparente aggiornamento, más bien superficial.




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