Concebir la idea misma de trabajo sexual, así como hablar sobre él con algún sentido (y con honestidad), es algo que el sujeto contemporáneo lleva a cabo con dificultad: parecería, en efecto, que, para tener la legitimidad de poder hacer referencia a dicho fenómeno (hablar sobre a sus agentes -trabajador@s sexuales, clientes, empresari@s, albergadores, etc.-, a las acciones -sexuales, pero también conversaciones, convivencia, violencia, etc.-, a los lugares -la calle, los rincones, los apartamentos, los clubs, etc.-,...), es preciso engolar la voz y recargarla de retórica, además de autoubicarse un@ mism@ en una posición social (sociocultural, sociopolítica) muy determinada, que le dé autorización para hacerlo: feminista, trabajador social, artista "comprometido,...