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domingo, 16 de octubre de 2016

Villa Amalia (Benoît Jacquot, 2009)


Villa Amalia es la crónica de una desaparición: de la desaparición de una mujer que, tras tener todo aquello que se supone que es signo del éxito social y que ha de producirle felicidad, desilusionada, opta por borrar las huellas de su identidad y posición en la sociedad; por ser anónima, y comenzar de nuevo.

La cuestión (decisiva) es que esta crónica es narrada por Benoît Jacquot recurriendo precisamente a recursos narrativos que, por su naturaleza, tienden a asimilarse al plan y a la trayectoria de su personaje protagonista: se trata, en efecto, de una narración que tiende también, tanto desde el punto de vista dramático como desde el formal, hacia el anonadamiento.

Así, la narración contenida en la película parecería contagiarse del empeño de Ann (Isabelle Huppert) por borrarse, confundirse con el paisaje, renunciar a su identidad, a una individualidad definida, para limitarse a disfrutar del curso de la existencia, con las pequeñas cosas que ésta conlleva (paisajes, vistas, sonidos, el agua, alguna noche de amor, el silencio, su música, que recupera en la soledad...).

Del mismo modo, en el plano formal, la narración se vuelve lánguida, perezosa; consciente e intencionadamente átona. Silenciosa. Planos prolongados. Ausencia de música extradiegética. Iluminación naturalista. Atención, en la banda sonora, al ruido ambiental (ruidos de la naturaleza, principalmente)...

¿El resultado? No, ni en la historia narrada ni en la narración misma existe, en verdad, alguna conclusión. Tan sólo el fluir de la realidad, de la vida, de las experiencias, de las percepciones. Su evanescencia, su profundidad, su capacidad para provocar fascinación y anhelo. Tanto en la película como en la vida (imaginada) de los personajes.

Una feliz armonía, pues, entre fondo y forma. Para narrarnos apenas casi nada: una vida que (re-)comienza. Descubriendo los componentes más desnudos y despojados que la conforman, por debajo -y también por encima- de la hojarasca de la retórica, de la ideología de la cultura. (Aunque, por supuesto, tal actitud existencial -y, en el director, estética- rezume ideología, retórica y cultura por todos sus poros: una ideología del anonadamiento, una retórica de la desnudez.)



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