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lunes, 26 de septiembre de 2016

Eliav Lieblich/ Adam Shinar: The Case Against Police Militarization



Interesante análisis crítico desde el punto de vista de la filosofía política de las tendencias contemporáneas (más acentuadas, desde luego, en los Estados Unidos, pero presentes en todos los estados demoliberales contemporáneos) a difuminar la frontera entre acción militar y acción policial y a militarizar (en organización, formación, técnicas, armamento, modos de actuación, etc.) las prácticas policiales.

Tal y como los autores señalan no es sólo -que también- que esta difuminación y esta militariación provoquen efectos perversos: violaciones de derechos humanos, incremento de la violencia y de la letalidad de la acción policial, desconfianza ciudadana, discriminación, etc. Es que, además, más allá de esto, existe ya en línea de principio una objeción de naturaleza política, referida a la manera en la que una práctica policial militarizada incide en la concepción de ciudadanía.

Es importante, en efecto, en un discurso político liberal (bien sea puramente liberal, o bien sea uno más complejo, pero que incorpore valores políticos liberales) sobre la ciudadanía (que siempre es al mismo tiempo un discurso sobre la legitimidad política), preservar la distinción entre seguridad interna y seguridad interna: entre la preservación del "contrato social" frente a, de una parte, agresores externos que pretenden destruir la comunidad política y, de otra, frente a infractores o perturbadoras, que violan sus normas o alteran el orden, pero no tienen capacidad (ni la voluntad) para destruirla. Por definición (estipulativa: sobre la base de los valores políticos liberales), el ciudadano no puede pertenecer al primer grupo, sino tan sólo, eventualmente, al segundo.

De este modo, la militarización de la función policial conlleva la puesta en cuestión de las bases políticas liberales de la ciudadanía: el/la ciudadan@ (determinados grupos sociales de ciudadan@s) pasa a ser contemplad@ (mostrad@) como sujeto agresor, extraño, peligroso para la comunidad política (al menos, potencial). Es, pues, apartado (cuando menos, discursivamente, si no en la práctica) de la comunidad política: segregado. De manera que la pretendida comunidad liberal revela sus características de evidente falsedad. Una práctica policial militarizada resulta, pues (no sólo instrumentalmente ineficiente y moralmente perversa, sino, además) políticamente destructiva.

Por supuesto, la argumentación que acabo de resumir vale tan sólo para una filosofía política que se reclame liberal. (Pero, ¿quién, a estas alturas, podría prescindir de los valores más básicos del liberalismo -aunque sea para integrarlos y trascenderlos- en cualquier filosofía política que valga la pena?) Y, además, sirve tan sólo para poner en cuestión la militarización de la seguridad interior frente a ciudadan@s, no frente a extranjeros. Lo que, obviamente, suscita dificultades de ajuste, al menos en relación con la situación de la población inmigrante y con los "terrorista" (y, en general, los delincuentes) internacionales. Se trata, pues, de un análisis parcial. Que, sin embargo, no puede ser dejado de lado, pues destaca cuestiones de la máxima trascendencia, tanto desde el punto de vista político-criminal como desde el político-constitucional.


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