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sábado, 10 de enero de 2015

John Kennedy Toole: A Confederacy of Dunces


Probablemente, una novela como A Confederacy of Dunces solamente era posible en el momento y en el lugar en el que surgió: en los Estados Unidos de los años sesenta del pasado siglo. Un momento y un lugar en los que la férrea dominación (de clase, ideológica y racista) que se había consolidado en los años cuarenta, y sobre cuya base se había constituido la sociedad norteamericana contemporánea, empezó a ser puesta en cuestión.

En este contexto histórico, la novela surge como una sátira doble, en realidad. Sátira, por un lado, del régimen de dominación (todavía) imperante, de sus dobleces e hipocresías: del racismo, de las convenciones de la vida "productiva" y "decente", del "orden social. Son notorias, en este sentido, las ridículas composiciones de los personajes de Irene Reilly, madre del protagonista, obsesionada por resultar "respetable", y de Claude Robichaux, su flamante pretendiente, un obseso "anticomunista". De Lana Lee, la empresaria de club nocturno explotadora y racista. De Mr. Levy, el empresario vividor y explotador. O de Angelo Mancuso, el inepto policía, obsesivo buscador de infractores y "pervertidos".

Pero A Confederacy of Dunces es también una sátira acabada de cuantos parecen oponerse al régimen, constituir alternativas al mismo: ni Myrna Minkoff (caricatura de la contracultura que combinaba y confundía liberación sexual, lucha política, espiritualidad y búsqueda del ascenso social) ni Dorian Greene y sus amigos del ambiente homosexual de la ciudad, ni el mismo Ignatius J. Reilly, el protagonista, parecen constituir alternativas algo esperanzadoras de transformar la sociedad norteamericana. Todos y todas parecen, de hecho, más próximos a buscar formas de integración y de ascenso social, sin cuestionar su estructura, que a transformarla (de algún modo que posea significado emancipatorio).

Por supuesto, el personaje de Ignatius J. Reilly descuella muy particularmente: un individuo repleto de sabiduría inútil desde el punto de vista práctico, apasionado de la edad media y despectivo respecto de la modernidad... a la que, no obstante, pertenece plenamente, y que le tiene completamente fascinado. (Resulta llamativa, en este sentido, la ambigua actitud del personaje hacia el cine comercial: un "cúmulo de abominaciones", es el diagnóstico global que de él predica y, sin embargo, no puede dejar de contemplarlo y admirarlo, fascinado. ¡No hay actitud más moderna que esta combinación de repugnancia y fascinación!) Un individuo que se empeña, una y otra vez, en formular e intentar llevar a la práctica, sin ningún éxito, grandiosos planes de reforma social en su entorno. Ocasionando asimismo, una y otra vez, pequeñas "catástrofes", por cuanto su "sabiduría" resulta ser completamente inadecuada para la praxis en sociedades como la suya: ni las fuerzas sociales más conservadoras ni tampoco las más "progresistas" están preparadas para un cuestionamiento tan radical de las bases de la acción social. Porque Reilly es alguien para quien los aspectos pragmáticos de dicha acción resultan siempre irrelevantes: su ética de principios (enloquecidos, si se quiere) predomina siempre, ampliamente, sobre cualquier ética de la responsabilidad, sobre las consecuencias -siempre calamitosas- de las acciones.

Tal es, me parece, el alcance satírico de la novela: un alcance limitado, extremadamente local, en principio. Pero también muy ácido, en el momento y lugar en el que fue producida. (Aunque, como es sabido, la obra no llegó a ser publicada hasta mucho más tarde, cuando su potencia crítica había quedado, por el paso del tiempo, ya desactivada.)

Y, en la medida en que la "modernidad" que se anunciaba en los años sesenta del pasado siglo se ha convertido en parte de nuestra contemporaneidad presente, es cierto que -pese a su localismo- algo de la causticidad de la novela se destila y se filtra también hacia nosotr@s, hacia nuestra era. También para nosotr@s puede ser Ignatius J. Reilly el elemento de una requisitoria que ponga en cuestión el auténtico contenido sustantivo de nuestro -sedicente- "pragmatismo", "moderno".


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