Georges Didi-Huberman estuvo, como yo, en Auschwitz-Birkenau, recientemente. Como yo, se pegó el gran madrugón (tren desde Kraków hasta Oswiecim y, desde allí, un pequeño trayecto -en taxi o autobús- hasta la entrada del complejo memorial de Auschwitz-Birkenau), con el fin de poder pasear libremente, sin grupos y sin guías, con apenas unas pocas personas, en casi completa soledad, por el lugar.