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martes, 25 de noviembre de 2014

Interstellar (Christopher Nolan, 2014)


Parecería que, al menos desde InceptionChristopher Nolan viene intentando lograr la película de ciencia-ficción (que no fantástica) adulta "definitiva" de nuestro tiempo. E Interstellar parece un nuevo intento. Fallido igualmente (como lo era ya Inception), a mi entender.

En efecto, parece evidente -cuando menos, a mí me lo parece- que el punto de referencia de la película (influencia reconocida, al parecer, explícitamente por el director) es 2001: A space odyssey (Stanley Kubrick, 1968), con su capacidad para narrar, desde el punto de vista temático, una suerte de aventura pulp (y, en el aspecto estético, de una ostentosa estética pop, radicalmente fechada por lo que hace a sus características formales), pero, al tiempo, ser capaz de insuflarle a la misma contenidos con pretensiones de "seriedad".

Y, si ello es así, entonces hay que decir que no sólo es que Interstellar esté muy lejos de aquellos ejemplares -los mejores- de la narrativa del género de la ciencia-ficción que están dotados de contenidos relevantes desde el punto de vista del pensamiento (como, por lo demás, también lo estaba 2001: A space odyssey, en mi opinión). Es que, además, tampoco alcanza siquiera, pienso, la categoría estética (como decía: una narración pulp y pop con pretensiones) que sí que poseía la obra de Kubrick.

Y es que, una vez más, se demuestra que, con demasiada frecuencia, la sujeción (al parecer, obligada, por razones comerciales) de los directores más creativos del cine comercial norteamericano a los rígidos cánones estéticos de la narración cinematográfica más convencional les impide construir obras cinematográficas que resulten, desde un punto de vista estético, logradas: porque, cuando -como ocurre justamente con Interstellar- intentan crear obras que sean originales desde un punto de vista temático, las restricciones estéticas que aquel canon impone (por lo que hace a la estructura dramática, a la definición de personajes y de situaciones y a la puesta en forma audiovisual de la narración) frustran cualquier posibilidad de que el resultado final, la obra cinematográfica efectivamente realizada, resulte satisfactoria -reveladora- en términos estéticos.

Así, Interstellar fracasa por la necesidad de recubrir la historia de ciencia-ficción (las paradojas que -según ciertas especulaciones cosmológicas, aún por demostrar- ocasionaría la búsqueda a través del espacio-tiempo de nuevos planetas habitables para la especia humana) con tramas paralelas de tono eminentemente sentimental y con escenas de acción.

De este modo, la película funciona por fragmentos: al lado de grupos de escenas (generalmente, los más fanta-científicos) que poseen interés, hay otras que resulten manidas y tópicas. Y, además, aun aquellas, las más interesantes, tienden a desbaratarse por el uso y abuso de diálogos explicativos, dirigidos a orientar al/a espectador(a), pero que ralentizan el desarrollo dramático y hacen perder viveza a los dilemas (fanta-científicos) que, en principio, se pretendería presentar.

Compárese, entonces, esta timorata sumisión a las restricciones canónicas por parte de Christopher Nolan con la osadía (un tanto exhibicionista y vacua, todo hay que decirlo) de Kubrick, a la hora de manejar personajes, situaciones, diálogos, imágenes y música en 2001: A space odyssey, y se comprenderá mejor cuán fracasado es -otra vez- el intento de Nolan. (Mención especial merece el abuso por parte del director de Interstellar del recurso a la musica extradiegética -de Hans Zimmer- para intentar magnificar las situaciones que muestra: vano intento.)

Y es que -no me cansaré de repetirlo- es evidente que la creatividad artística no puede nunca pretender descansar exclusivamente en la originalidad de los temas tratados.  La forma importa, y mucho (de manera esencial, en realidad), para la valoración que, desde un punto de vista estético (esto es: desde la perspectiva de la capacidad de revelación -fenomenológica- de realidades, que sólo la obra de arte lograda es capaz de proporcionar), merece cualquier narración. Una forma banal banaliza, necesariamente, el contenido, pretendidamente interesante, que se intenta transmitir. Tal vez Nolan (y también otros muchos) deberían recordarlo con más frecuencia.




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