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jueves, 25 de abril de 2013

Caudillo (Basilio Martín Patino, 1977)


Todo el cine de Basilio Martín Patino ha estado siempre radicalmente condicionado por su experiencia -personal y generacional- de la dramática historia de España durante el siglo XX: monarquía oligárguica y caciquil, república, golpe de Estado y guerra civil, dictadura, transición posfranquista. En Caudillo el director procedió (como ya había hecho antes en Canciones para después de una guerra) a emplear el recurso del cine de montaje para llevar a cabo (en las postrimerías del franquismo, durante las que la película fue elaborada) un examen personalísimo de la figura del dictador, que había dominado la mayor parte de su vida adulta.

El resultado puede ser visto como un tipo, extremadamente específico, de cine político. Extremadamente específico porque lo que, al cabo, se vislumbra en la película no es otra cosa que, sobre todo, la obsesión del director (y, cabe colegir, de muchos coetáneos de él) por una figura que había invadido el imaginario colectivo español durante tantas décadas. Y, al tiempo, la obsesión por otro de los temas que (con hondas raíces en el pensamiento español anterior) dominó buena parte del pensamiento resistente a la dictadura, tanto dentro como fuera: la idea de "las dos Españas" y de su eventual superación.

Que nadie espere, pues, hallar en Caudillo ninguna forma de análisis mínimamente elaborado de la figura del dictador, o de su régimen: el director se limita, por el contrario, a recopilar imágenes y a ponerlas en relación, a través del montaje; imágenes de los dos bandos de la guerra civil, imágenes oficiales de los dos bandos. Que aparecen -por la naturaleza de las cosas- hondamente enfrentadas, tanto en cuanto a los sucesos que muestran como en cuanto a sus formas (la parafernalia mayestática y militarista propia del bando franquista frente a los alardes populistas propios del bando republicano). Es obvio (la selección de imágenes, las elecciones a la hora de contraponerlas, algunas manipulaciones de las mismas -imágenes congeladas, ciertos virados,...) dónde están, desde el punto de vista ideológico, las simpatías del director (de hecho, se concede -en un gesto muy propio de la época- una especial atención a los procesos de colectivización que el movimiento anarquista promovió en Cataluña y Aragón durante la guerra). Pero nada más que estos atisbos podrá hallarse, en términos políticos, en la película.

De esta manera, lo que aparece es ante todo una suerte de exorcismo, personal y generacional, frente a una figura tan dominante en las narrativas hegemónicas (aun en las opositoras) de la España de la época.

Cabe dudar, sin embargo, de que quienes hemos venido detrás, y en estos tiempos, sea posible extraer algo valioso de las imágenes de la película, desde el punto de vista político.

¿Y desde el punto de vista estético? Tan sólo -diría yo- un buen ejemplo de puesta en práctica de las técnicas de "montaje dialéctico" (que promueve el choque entre imágenes, con el fin de hacer saltar la luz, y la chispa de la revelación, frente al(a) espectador(a)), que Sergei Eisenstein y los cineastas soviéticos de los años veinte y treinta del siglo pasado elaboraron y difundieron.

Puede verse la película completa aquí:


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