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jueves, 24 de mayo de 2012

Aunque quede impune, Emilio Botín cometió un delito fiscal (presuntamente)




Cualquier jurista lo verá evidente, pero conviene que conste, alto y claro, para eludir la usual mezcolanza de confusión y de silencio, que tan bien sirve para proteger a poderosos:

El Auto del Juzgado Central de Instrucción nº 4 de la Audiencia Nacional, por el que se acuerda el archivo de las actuaciones en contra de (entre otros) Emilio Botín, Presidente del Banco de Santander, por presunto delito fiscal, viene a reconocer expresamente:


La circular de la Policía no convence a los grupos contra las redadas por perfil racial



Rumbo a Gaza: adhesiones 2012

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"S21, la machine de mort Khmère rouge", de Rithy Panh


Es sabido, a estas alturas, que la representación del genocidio constituye una cuestión en extremo delicada, tanto desde el punto de vista moral como desde el estético. Existen, en efecto, al menos tres riesgos que, según creo, amenazan en todo momento a dicha representación: la banalización (el "modelo Spielberg"), la santificación y el monólogo sin sentido de las víctimas. Cuando se incurre en  cualquiera de las tres faltas, lo cierto es que la representación deviene irrelevante: pues no penetra en los enigmas del genocidio, carece de cualquier capacidad de revelarnos cuáles fueron las claves de una realidad tan inasible (por inmensa, por inimaginable) como lo ha sido siempre la de las prácticas genocidas.