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viernes, 13 de julio de 2012

Denis Diderot: Jacques le Fataliste


Dos individuos: un Amo y un Criado. Amo y criado, casi compañeros. Casi: el Amo sigue manteniendo el control (de los medios de producción, del capital). El Criado, no obstante, le acompaña, manipula, dirige. 

No estamos, pues, lejos de Harold Pinter (The servant). Tampoco, desde luego, de Miguel Cervantes: es obvia la influencia de los personajes de Don Quijote y Sancho sobre la trama de esta novela de Denis Diderot, en este sentido. Pues, al igual que en la novela cervantina, también aquí entre amo y criado existe un diálogo constante.

No obstante, existe una obvia diferencia: en Diderot no se produce ningún auténtico proceso de autoconciencia por parte de los personajes (como sí que lo había en Cervantes). Al contrario, estos se limitan a narrar(se): a hilar historias, unas con otras, a seguirlas, o intentarlo, pretendiendo llegar hasta el final de cada una de ellas. Nada más. No existe, pues, la profundización existencial, acerca del sentido de la vida humana (en sí misma y en sociedad), que Don Quijote y Sancho acometen a lo largo de sus andanzas y aventuras. (Albert Serra, en Honor de cavalleria, les arrebataba tales esfuerzos, convirtiéndoles en meros individuos vivientes. Pero no era ese el sentido en la narración original...)


Y no es casualidad: frente a un Cervantes (pese a todo) inmerso en el pensamiento católico, los personajes de Diderot han perdido de hecho cualquier referencia trascendente, en sus comportamientos y en su forma de pensar. Tan sólo el vago "fatalismo" del protagonista (Jacques, el Criado), pobre remedo de cualquier sentido trascendente de la existencia y del mundo, ha ocupado el lugar de éste.


Todo lo cual no se muestra tan sólo en (la vacuidad de) los diálogos entre Amo y Criado: aquí estriba la verdadera originalidad de la novela, en su capacidad para correlacionar fondo -el acabado de referir- y forma narrativa. Pues Diderot (haciéndose eco -lo cita expresamente- de los procedimientos narrativos que había empleado poco tiempo antes Laurence Sterne, en la construcción de su genial novela The Life and Opinions of Tristram Shandy, Gentleman) construye la estructura de su narración a través de dos recursos constantes, recurrentes. Primero, las intervenciones e interrupciones por parte de la voz del narrador, poniendo en cuestión la posición del lector, sus interés y su anhelo por conocer. Pero, sobre todo, a través del entrelazarse de las distintas historias narradas por Jacques (y, alguna vez, por su Amo), con las historias que a ellos mismos les acaecen y con las que les narran terceros (y, a veces, luego ellos vuelven a repetir -y, en todo caso- siempre a evocar)...


Se produce, así, un efecto de mise en abyme, en el que las enunciaciones narrativas chocan unas con otras, se relacionan, se citan,... en una dinámica (narrativa) que parecería no tener fin.


Y acaso sea éste el tema de la novela: la imposibilidad (manifestada, al cabo, expresamente por Jacques) de buscar algún sentido a cuanto (nos) sucede. Hay sólo narraciones, nada más (o menos). Tal parece ser la moraleja que, burla burlando, Diderot parece dejarnos entrever. La admitimos, gustosos (y resignados).


(Reflexión final: resulta interesante comprobar cómo durante un período inicia, antes de la consagración del canon realista, la novela fue capaz no sólo de trenzar tramas narrativas más o menos ajustadas, sino de operar también sobre su propia estructura, para utilizarla específicamente con fines también narrativos. Todo ello no sería recuperado sino mucho más tarde, al calor del desenvolvimiento del modernismo, en pleno siglo XX.)



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