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jueves, 21 de junio de 2012

"Moonrise Kingdom", de Wes Anderson


El cine de Wes Anderson ha transitado siempre por un peculiar camino narrativo: unas tramas no demasiado cohesionadas dan lugar a la presentación de unos personajes notoriamente ansiosos e insatisfechos (su extremada concentración sobre sus ansias les distancia de los de las películas de Alexander Payne); mas, al tiempo (y aquí hay una diferencia con, digamos, Todd Solondz), unos personajes que se revelan incapaces de reaccionar con violencia frente a la situación que les ahoga. Todo ello hace que sus narraciones acaben por rezumar una evidente melancolía...


En Moonrise Kingdom volvemos a hallar buena parte de estas características. Sin embargo, con algunas variaciones: mientras que todos los personajes adultos de la película encajarían sin problema en la descripción que he hecho más arriba, no puede decirse lo mismo de los dos protagonistas pre-adolescentes. En su caso, en efecto, nos hallamos ante persona(je)s que tienen unos objetivos claros. Aun cuando, precisamente a causa de su edad y de su sometimiento a unos adultos mucho más inmaduros que ellos mismos, se vean incapacitados para lograrlos.

Podríamos decir, entonces, que Moonrise Kingdom viene a narrar el origen de la melancolía: la frustración que un mundo social insensible a las aspiraciones del espíritu humano (compañía, sexo, diálogo, creación, aventura,...) acaba por ocasionar en sus miembros, aun en los más osados de entre ellos.

Todo ello, no obstante, con la característica suavidad de formas de las películas de Wes Anderson: con un tono cómico (pero  melancólico), que reduce la retórica del dolor y del drama, hasta volverlos tanto más aceptables para l@s espectador@s. Y con una composición visual decididamente colorista (aunque con unos colores en tonos más bien ocres), que no carga las tintas en lo tenebroso de las situaciones narradas.

Aunque, si bien se mira, esto no hace sino volver más temible la narrativa de Anderson: capaz de hacernos digerir mensajes desoladores, tan sólo gracias a un poquito de "azúcar" en las formas.


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