Es sabido que, en general, el cine clásico (el antiguo, pero también el actual: para comprobarlo, sólo hay que soportar cualquiera de las comedias románticas -norteamericanas, pero también españolas, italianas, francesas,...- que asolan el presente panorama cinematográfico), como hijo leal del melodrama y de la novela popular decimonónicas que es, ha tendido a representar el sentimiento amoroso y las relaciones eróticas y sentimentales desde la perspectiva que de las mismas se ofrecía en la versión más simplona y populachera del romanticismo (puesto que, como es obvio, el movimiento romántico era mucho más polifacético... y bastante más siniestro). Debido a ello, las películas que vemos están llenas de amores para toda la vida, amores a primera vista, reencuentros inevitables, medias naranjas, personas destinadas a encontrarse desde el principio de los tiempos, etc.